Crónicas de un aburrimiento anunciado....
La vida en el campo puede ser una experiencia liberadora. El aire limpio, montañas, el verdor de la naturaleza, el frío pelú por las noches. Algo totalmente relajador. Los pajaritos en la mañana, la lluvia durante el día y los grillos jodiendo en la noche logran que pasen ideas suicidas por mi mente. Tan solo llevo tres días aquí y ya quisiera salir corriendo. Mi tercer día de campo, de ver a la familia diariamente, de correr detrás de mi perrita para jugar con ella, (sí, pq como no me reconoce me huye) y de preguntarme porque demonios no consigo un hospedaje a donde escapar.
Río Piedras puede ser una basura, y la Resi, mi experiencia más cercana a un caserío, pero aunque la deteste, extraño estar cerca de sitios "entretenidos" y de esa vida "universitaria" que es una excusa para ser un vagabundo con bachillerato. Mi excusa para no hacer nada mientras estoy en San sebastián.
Vivir con una familia pentecostal no es facil. Al menos, mi madre no se queja de mi presencia, mi hermano tampoco, pero su persona me irrita. No se, tiene algo que facilita que me vaya por el techo. Un aire de macharran pentecostal que en su tono de voz logra que me den ganas de agarrar una biblia y tirarsela con la mayor prontitud posible, como si eso lograra desatar mi ira de años en el evangelio. Cada vez que lo oigo es inevitable que piense en alguna forma de agriarle su vida de alergía y de plenitud cristiana. Restregarle mi homosexualidad en la cara, beber frente a el, tirarle con un dildo en la cabeza para ver si eso hace que reaccione. Por otro lado, el otro hombre que amarga mi existencia: la presencia "fantasmal" de mi padre que me llena de furia. Vive cerca y ni lo veo, pero a cada rato lo escucho, lo cual me hace pensar que tengo algún grado leve de esquizofrenia o psicosis. Bueno, esa hipótesis no suena mal ya que en la vida de mi familia todo es posible, gracias a la religión. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espítitu Santo, Amén.
Para colmo, mi vida homosexual no tiene ningún escape en este monte céntrico de la isla. Lo más cercano que tengo con un encuentro de índole gay es a traves de la canción Farifo de Súperaquello y de alguna que otra paja mental que me viene a la mente cuando pienso en lo que hice par de días atras. La vida gay en el campo o al menos en el oeste es la cosa más tediosa que puede existir. Ya entiendo porque cuando estaba en la escuela superior dependía de andar bebiendo por ahí, era eso o si hubiese sido 'macho' andar tirandome cabras o vacas como la de Sanfiorenzo. El Oeste crea alcoholicos potenciales, siempre que llego me entran unos deseos salvajes por tomar algo, lo que sea, tan solo quiero andar borracha y no enfrentarme al aburrimiento de estas cuatro paredes.
Río Piedras puede ser una basura, y la Resi, mi experiencia más cercana a un caserío, pero aunque la deteste, extraño estar cerca de sitios "entretenidos" y de esa vida "universitaria" que es una excusa para ser un vagabundo con bachillerato. Mi excusa para no hacer nada mientras estoy en San sebastián.
Vivir con una familia pentecostal no es facil. Al menos, mi madre no se queja de mi presencia, mi hermano tampoco, pero su persona me irrita. No se, tiene algo que facilita que me vaya por el techo. Un aire de macharran pentecostal que en su tono de voz logra que me den ganas de agarrar una biblia y tirarsela con la mayor prontitud posible, como si eso lograra desatar mi ira de años en el evangelio. Cada vez que lo oigo es inevitable que piense en alguna forma de agriarle su vida de alergía y de plenitud cristiana. Restregarle mi homosexualidad en la cara, beber frente a el, tirarle con un dildo en la cabeza para ver si eso hace que reaccione. Por otro lado, el otro hombre que amarga mi existencia: la presencia "fantasmal" de mi padre que me llena de furia. Vive cerca y ni lo veo, pero a cada rato lo escucho, lo cual me hace pensar que tengo algún grado leve de esquizofrenia o psicosis. Bueno, esa hipótesis no suena mal ya que en la vida de mi familia todo es posible, gracias a la religión. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espítitu Santo, Amén.
Para colmo, mi vida homosexual no tiene ningún escape en este monte céntrico de la isla. Lo más cercano que tengo con un encuentro de índole gay es a traves de la canción Farifo de Súperaquello y de alguna que otra paja mental que me viene a la mente cuando pienso en lo que hice par de días atras. La vida gay en el campo o al menos en el oeste es la cosa más tediosa que puede existir. Ya entiendo porque cuando estaba en la escuela superior dependía de andar bebiendo por ahí, era eso o si hubiese sido 'macho' andar tirandome cabras o vacas como la de Sanfiorenzo. El Oeste crea alcoholicos potenciales, siempre que llego me entran unos deseos salvajes por tomar algo, lo que sea, tan solo quiero andar borracha y no enfrentarme al aburrimiento de estas cuatro paredes.