Saturday, May 16, 2009

II

Sentada frente al computador alcanza la caja de cigarrillos, y como si las fotos hubieran excitado un instinto dormido dentro de ella hace siglos, prende un cigarrillo y la sensación del papel quemándose lentamente le (re)monta a ese momento donde le hizo el primer acercamiento.

Anda chica, solo una...
Como? Pues desnuda, si quieres yo te envío una y así tomas ideas...
No lo debes pensar mucho... te quitas todo, tomas la foto y ya.
Claro... si quieres tomar alguna posición pues... No chica, yo no se la enseño a nadie
Eso será algo nuestro, como en complicidad... Quieres una mía primero?
Bueno, pero esto funciona en canjeo... debe haber una reciprocidad.
Si, te prometo que ella no se enterará...

Teniendo la foto visible, se acaricia y recuerda todas las mentiras que susurro al oído de esa otra. Esto es tuyo, de nadie más. Muchas veces le prometió un acto de posesión completo: Soy tuya, decía y junto a las fotos, esas promesas se convirtieron en algo efímero, perecedero, con fecha de expiración aun no grabada propiamente sobre la piel.

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