La vega...
Hay cosas que nunca entenderé del barrio… o mejor dicho hay cosas que nunca entenderé de los hombres del barrio. Hay unos aspectos bastante comunes en los barrios de este pueblo, y no creo que sería algo muy apresurado de mi parte el intentar nombrarlos y aplicárselos a todos por igual. Pero vamos, ahora mismo siento la necesidad de ser cruel y desahogarme. ¿Qué les puedo decir? Necesito el espacio. Hace como un mes que no venía a las vegas del pepino y tan pronto piso la Carr 111 siento la testosterona invadirme. Por alguna razón es algo como un mal perfume que invade tu olfato y no te lo puedes quitar. Un chorro de chamaquitos que parece que nunca superaron la pubertad, todos con sus gorritas de lado, una mala o tal vez acertada imitación de los cacos, simplemente llevando la caricatura al nivel de lo real. Estos chamacos, con sus gorritas y sus carros siempre me han causado un mal-estar, y no quisiera ponerme muy académica con ustedes, pero simplemente me hacen estar mal, caer mal, y querer hacerles mal o un poquito de daño. En fin, vienen con sus carros jodíos, en su mayoría Mitsubishis Mirages, verdes o rojos, tumbaos, con spoilers, cristales tinteados y un regueton estridente en repeat constante. Esta gente me saca de mis casillas. Logran hacerme sentir como mis interiores se incendian de repulsión. Yo intento ser pacífica, pero el ruido de sus bocinas, vibrando como un radio AM dentro de una lata de galletas Keebler, me impide que el mensaje racional llegue a mi boca. Se corta la comunicación entre mi cerebro y mis cuerdas vocales. En esos momentos intento no convertirme en un sujeto escindido entre cerebro y cuerpo. Pero, carajo, porque no? Abro la boca y termino gritándoles: “Puh-ññeh-tah!!! Hay gente que quiere dormir!!!” Cierro la ventana, y al otro día, como si fuera un Deja vú, termino igual de encojoná.
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